ARTICULOS PUBLICADOS POR PERSONAL DE CIPSE

EL CURRICULO COMO ESPACIO PARA LEGITIMAR LA CULTURA DEL POBRE

"En la escuela se decide lo que se aprende y lo que no se aprende"... Leer

EL PODER DEL ALUMNO

Tener conciencia del propio poder como persona, saber utilizar ese poder, enriquecer ese poder, es sin duda un aprendizaje que se logra tras largo proceso. Que se logra, sobre todo, cuando se está rodeado de educadores que aprovechan toda oportunidad para que emerja. En castellano, el término apropiado seria el de “apoderamiento”. Pero este término tiene una connotación más física o externa que subjetiva; connotación que sí conserva el término inglés “empower”. De aquí que, derivamos de esta palabra, el término “empoderamiento”.

Nuestros alumnos de zonas empobrecidas, llenos de carencias, tienen una muy pobre percepción de si mismos y quizás la comparten con algunos de sus profesores. El alumno pobre es alguien que en muchos casos, no sabe leer bien, en ocasiones, incapaz de escribir una composición coherente, no sabe expresarse con propiedad, tienen hábitos desagradables, mal gusto, etc. Hasta podemos decir que es un malcriado, molestoso que estorba el desarrollo de las clases y todo lo demás.

¿Quién puede ver al alumno pobre así?. Lo ve así, pues, el que sí lee bien, el que sí habla bien, el que sí se comporta bien. Estas son cosas “evidentes” y tienen mucho sentido en la cosmovisión de aquellos que tienen la vida rodeada de medios para aprender a leer, de espacios familiares o locales donde se es escuchado y se tiene facilidades para aprender a hablar, donde el grupo humano en el que se desenvuelve ha asumido como buenos, los modales de la clase dominante. Para un grupo así, el alumno de la clase empobrecida es un indeseable.

Pero, ¿qué sucede si lo miramos desde él mismo, desde su condición de ser humano empobrecido?. Él es un alumno que no siempre tiene una dieta adecuada, a veces no come, casi se cría solo, porque sus padres están trabajando todo el día y no hay quien se encargue de él. En su casa no hay libros, nadie lee, a veces tiene que caminar varias cuadras porque no tiene para el pasaje, tal vez trabaja y se ensucia, está rodeado de malos ejemplos, de delincuencia, de droga y otros, es decir, tiene todo un medio adverso, que no lo eligió para sí, sino que, circunstancias históricas y relaciones injustas de poder lo han determinado así. A pesar de este medio adverso, está ahí, presente en la escuela, haciendo grandes esfuerzos para resistir a la tentación de malograrse; a pesar de todo, aún sueña con ser “alguien”. Es alguien que tiene el poder de resistir y desafiar a su destino. Si lo vemos desde él mismo, estamos ante un un héroe. Pero él no se da cuenta, no se ve así. Ha aprendido sistemáticamente a verse de otra manera.



La escuela, muchas veces, ha reforzado esta manera disminuída de verse a sí mismo, negando que sus experiencias, sus vivencias entren en su vida escolar, en la práctica de aula, en sus tareas. No se le permite verse en sus potencialidades, en lo que le da valor, en lo que le da la conciencia de su poder creador, de su carácter luchador y generador de vida para sí y para otros.

¿Cuántas sesiones de aprendizaje se dedican al trabajo infantil y juvenil?, ¿Cuántos ensayos o tareas se realizan sobre lo mucho que le cuesta sobrevivir, y sobre lo que está logrando en el proceso? ¿Tiene espacio en la escuela para hablar sobre lo que hace, compartir sobre las costumbres de su pueblo o de los pueblos de sus padres?, ¿Sobre sus logros en este sentido? Si sabemos que su fuerte no es el discurso escrito o verbal, ¿hemos buscado las formas apropiadas para que se expresen?

Para PINAR, la escuela es un lugar donde le enseñan a uno a avergonzarse de sí mismo y a reconocer que lo que uno hace y cómo lo hace está mal, y que, en la medida en que dejamos de hacerlo así y lo hagamos como nos dice “el experto” seremos buenos.

Otro autor refiere que el método expositivo no es solo una práctica pedagógica pobre, sino, además, una forma eficaz de desempoderar a los alumnos. Claro, porque si el sabio es el único que expone, los demás callan porque “no saben”. Y esto lo asimila el alumno. Sin pretenderlo, el profesor expositivo, logra que el alumno acepte la negación de su sabiduría como alumno y la “ilegitimidad” de su voz, obteniendo un resultado antipedagógico.

Hablemos ahora del poder...El alumno empobrecido se siente sin poder, sin capacidades de hacer algo, por que ha aprendido sistemáticamente que todo lo que hace no tiene valor, sus experiencias, su vida cotidiana, sus necesidades no son tomadas en serio en la escuela, no son estudiadas, no son abordadas con profundidad y sobre todo no son expuestas por los expertos, que son ellos mismos. Existe un discurso dominante que le da un sentido no propio a lo que ellos hacen, sienten y viven.

La pedagogía debe tener como objetivo principal, habilitar a los alumnos a dar sus propios significados a lo que hace, vive y siente. Debe ayudarlo a descubrir el sentido y el impacto de lo que hace, vive y siente. Debe ayudarlo a descubrir su poder. El poder de luchar contra la adversidad, el poder de transformar su ambiente, el poder de contribuir en la mantención de su familia, el poder de mantener la producción en una institución, etc.

Y descubrir como el poder determina su vida y la de los demás; el poder de la autoridad de su padre o de su madre, el poder del maestro, el poder de sus compañeros, el poder del presidente con sus decisiones, el poder de los que conservan sus creencias y tradiciones, etc Tener estas cuestiones claras podría significar un cambio cualitativo en nuestro quehacer docente cotidiano y en el crecimiento personal de nuestros alumnos. Es a partir de estos reconocimientos que el alumno descubre los beneficios del poder colectivo, de estar organizado con otros de sus pares e ingresar en el aprendizaje de la democracia y sus valores.